Sería bastante difícil de encontrar a alguien que frecuente la noche entre Fuencarral y San Bernardo que no conozca a Los Nastys o que no hayan querido ir a uno de sus, cada vez menos frecuentes, conciertos. Es por eso por lo que, La Sala El Sol, meca indiscutible de la escena musical independiente desde hace ya más de 40 años, no podría haber sido mejor escenario para lo que ocurrió la noche del pasado 28 de abril.
La velada arrancó, ya en quinta marcha, con la actuación de María Jesús y su Hijo. Una banda que a pesar de encontrarse en su teórica infancia como grupo (apenas tienen dos temas publicados) bien podrían haber robado el show y llenado la sala por si mismos. La actitud irreverente y desafiante de su frontman no dejaba lugar a dudas, era su sitio. Y el público respondió pidiendo un bis que no pudo llegar y despidiéndose entre gritos de “¡Queremos ir a misa!”.
Ya con los teloneros se empezaron a atisbar camisetas sudadas y jadeos, pero los que estaban allí sabían a lo que iban. Iban a explotar con Los Nastys, iban a gritar, a saltar, a empujar y a dejar todas las preocupaciones fuera de la sala. Iban a curarse con un rock cinco estrellas, como la cerveza que pegaba al suelo. Y, aun así, ninguno vio venir la descarga que los madrileños tenían preparada, porque si el público tenía ganas de bolo, ellos tenían el triple.
Una vez que sonó el primer acorde de “Fumar, Beber y Romper” ya no hubo vuelta atrás. El voltaje de la sala no hizo más que incrementarse durante la más de hora y media de concierto, en la que tocaron prácticamente todo. Y es que, como ellos mismos habían adelantado en sus redes, interpretaron desde temas tan primigenios como la descontrolada “Madrid es un cementerio”, hasta sus canciones más recientes como “Está bien así” o la sentida “Suena a despedida”.
El repertorio nostálgico (esperemos que no sea un aviso de retirada) no fue lo único de lo que habían advertido, el cartel de la noche rezaba “Los Nastys y Amigxs”. Durante todo el show fueron invitando a diferentes artistas que, como suele ser habitual, se encontraban entre la gente disfrutando del concierto. Subieron pues al escenario a compartir micrófono con ellos los todavía exultantes María Jesús y su Hijo, María Escarmiento, Marco (de El Buen Hijo), Alex (de The Parrots), Antía van Weill y The Parrots (esta vez al completo y con saxofonista).
Pero no estaba todo dicho aún, Los Nastys son Los Nastys, y sus conciertos dejan huella. Esta vez esa huella se grabó en la retina de los allí presentes para siempre cuando, justo antes del último tema de la lista, Luis el vocalista (¡Eeeh, qué pasa! ¿te acuerdas de él?), presa de la euforia y del momento, se dejó llevar hasta el punto de despojarse de toda su ropa para cerrar el concierto con “Veneno de serpiente” como vino a este mundo. Sin embargo, dio la impresión de arrepentirse cuando el público decidió invadir el escenario y acompañarlos en este cierre.
La gente pidió rock, y los Nastys le sirvieron dos tazas.