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“Harry’s House” y la facilidad de sentirse en casa

En un momento en el que se piensa que un cantante seguirá la línea de sus trabajos previos en sus nuevas composiciones, llega Harry Styles para dar la espalda a esa concepción. El artista británico lanza este 20 de mayo su tercer álbum de estudio, Harry’s House, de la mano de Columbia y Sony.

Harry’s House se aleja muy positivamente de los sonidos presentes en sus dos trabajos previos, pero mantiene una temática recurrente a lo largo de las canciones, con historias que se desarrollan en lugares cotidianos como la encimera de una cocina. Tiene espacio para todo tipo de música, aunque parece que esta vez se inclina más por el funk, los sintetizadores y sonidos que transportan a épocas pasadas. Harry’s House lo abre Music For a Sushi Restaurant, cuya letra parece erotizar alimentos típicos de Asia (green eyes / fried rice / I could cook an egg on you), acercándose quizás al trasfondo que escondía Watermelon Sugar, que el propio Harry confirmaba en uno de sus conciertos en Nashville en 2021.

A veces se supone que hay que respirar hondo y contar hasta tres para poder retomar algo. Harry hace precisamente eso antes de pasar al estallido de pop de As It Was con Grapejuice, recordemos que tan sólo es la tercera del disco. Menos de cuatro minutos que encapsulan algo que de momento sería lo más parecido a sus trabajos previos y que podría entrar dentro de HS1 y HS2, pero quedándose al margen del resto de sonidos que están por venir, sin llegar a romper del todo nunca.

Este segundo elepé también da cabida a baladas que siguen la estela de Two Ghosts o Fine Line, como es el caso de Daydreaming y Little Freak. De momento, un cómputo de canciones que bailan entre nombres más de antaño como Prince, pero ponen en boca de todos otros más urgentes y actuales como Lizzo o Bruno Mars, figuras que juegan de forma muy sabia entre las influencias de Styles, dejando caer un disco pegajoso de synth-pop y R&B por encima de todo.

Harry’s House pone un sonido de verdad, más allá a cómo sonaron en Coachella, a canciones muy esperadas como Boyfriends, con una apertura de la talla de Ed Sheeran y una producción cuidada como la de The 1975, o Late Night Talking, un pildorazo de dance-pop íntimo y seductor digno de los años 80 que también recuerda al bombazo viral (no muy lejano de la actualidad) Maniac de Conan Gray. Pero en este disco no todo iba a ser bailar y excesos. Cortes más personales como Matilda asientan las bases de las dificultades a la hora de crecer y la ausencia de una figura mayor de cara a la vida adulta; una conmovedora oda compuesta por Harry junto a Mitch Rowland, su guitarrista. 

Es también disco en el que las armonías brillan por su presencia; lo hacen mayoritariamente a lo largo del mismo, pero especialmente en Daylight. En ocasiones adopta un tono “mendesiano” al no usar tantas metáforas ni componer versos enrevesados, abrazando la simpleza. Con un mayor peso a nivel sonoro que lírico, la voz de Harry es tan coloquial como sus letras, que hacen del amor un diálogo de doble filo entre iguales. También sigue centrándose en temas vistos en los dos trabajos previos, como la añoranza de Cherry, presente en Fine Line, esta vez extrapolada a Keep Driving, su anhelo de compartir su desayuno (tea and hash brownscon una persona y volver a su país natal.

Un puñado de canciones que van in crescendo hasta convertirse en una explosión de instrumentos como ocurre en la mencionada Daylight o Satellite, que cuenta con pequeños atisbos de auto-tune y sintetizadores, de los que Harry parece haberse enamorado en este disco, que también resuenan en el corte que lo cierra, Love Of My Life

En definitiva, Harry’s House es más que las trece canciones que lo componen. Es música que traspasa la frontera de las etiquetas sonoras y va más allá de los valores individuales para hacerlos colectivos, convirtiendo así este álbum en un espacio seguro. Es pop, es rock, es funk, es todo, sí. Pero también es respeto, trabajo y un lugar en forma de disco que, haciendo referencia a su título, te hace sentir en una casa en la que los oyentes somos meros invitados a una función protagonizada por Harry Styles.