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Niños Raros: El rock no está muerto [Crónica]

Cuando uno mira las bandas más populares del rock nacional – y las que se hacen llamar así –, es inevitable sentirse algo decepcionado con el rumbo que ha tomado en los últimos años una música cuyos referentes eran Marea y Extremoduro. Sin embargo, si salimos del mainstream y bajamos al barro, donde nació el rock, se pueden encontrar joyas tan puras como Niños Raros.

El viernes 2 de febrero tras publicar su primer EP, Encuentros Problemáticos, Lavapiés acogió al cuarteto ibicenco en un show urbano y casero con un nivel y preparación propio de un grupo de élite. El concierto empezó tarde, como mandan los cánones, con una intro cuidada que dejaba entrever que no iba a ser un show amateur ni mucho menos. El sonido de todos los instrumentos fue impecable y se podían percibir fácilmente todos los matices que albergan los temas del joven grupo.

Cuando una banda apenas ha lanzado música y se atreve a subirse a un escenario es común que recurran a covers para animar al público y rellenar tiempo del espectáculo. Sin embargo, en una hora de música sin interrupciones solo tocaron temas de su autoría a excepción de una versión al final a modo de bis, demostrando una confianza plena en su trabajo. Esta confianza fue respaldada desde el primer minuto por la gente, que se contagió de la energía que desprenden sus canciones. Las palmas y los saltos de toda la sala fueron la clara demostración de que solo se necesitan a sí mismos para triunfar.

Niños Raros tocaron su primer EP al completo junto a algunos singles que sacaron el año pasado y algunas canciones que todavía no han visto la luz. De la ejecución técnica solo se puede decir que fue intachable hasta el punto de que algunos temas como Nadie e Idisi sonaron incluso mejor en directo que en la versión de estudio. Aranjuez fue tan divertida como cabía esperar y aprovecharon su sección más instrumental para que el bajo y la batería se deleitaran en un interludio que dio paso a En realidad no estoy tan mal.

Si algo se debe remarcar del concierto es el cariño y cuidado que el grupo le ha puesto a cada detalle del mismo. Desde la intro, que podría ser perfectamente un tema en sí mismo, hasta el modo tan pulcro y limpio de transitar de una canción a otra; todo estaba pensado al milímetro. No se limitaron a simplemente tocar sus temas, los interpretaron de un modo que cada uno de ellos tuviera su propio momento de protagonismo sin caer en florituras y demostrando un gusto exquisito.

En un panorama en el que los grupos más exitosos parecen olvidar su pasión por la música es emocionante encontrar proyectos que desbordan ilusión y cariño por lo que hacen. Niños Raros demostraron que con amor hacia lo que uno hace se puede lograr lo más importante en el arte: emocionar. Solo el tiempo dirá a dónde consiguen llegar, de momento han conquistado Lavapiés y a las 70 personas que tuvieron la suerte de estar en su concierto.